Ha llegado el momento de reinventarse

Me encanta Hiroshima. He viajado dos veces a esa ciudad japonesa tristemente famosa por ser la primera donde cayó una bomba atómica. He pasado horas y horas recorriendo sus museos y sus monumentos conmemorativos. Y créeme, se respira una atmósfera única en Hiroshima. No he sentido nada igual en ningún otro lugar del mundo. En unos segundos aquella explosión acabó con la vida de más de 70.000 personas. La mayoría, sencillamente se desintegraron. Y de algunos sólo quedó su sombra. Intenta imaginar por un momento la magnitud de aquella explosión.

 

 

Cuando ahora, setenta y cinco años después, paseas por las calles de Hiroshima, parece mentira que aquello pudiera ocurrir. Pero ocurrió.

Y sin embargo, aunque el recuerdo de la explosión nuclear está presente en cada rincón del aire, la ciudad desprende alegría. Los niños corren sonrientes con sus mochilas en la espalda, los ancianos caminan por los parques en busca de un silencio merecido, los jóvenes se reúnen en los cafés, los restaurantes están llenos, los trenes y los tranvías serpentean por las calles, familias enteras acuden al estadio de los Carps para animar a su equipo de béisbol y las madres juegan con sus hijos en los columpios. Hiroshima es hoy una ciudad llena de vida.

Hace cinco días se celebró la ceremonia conmemorativa anual que recuerda a las víctimas de la bomba atómica. Cada año los telediarios emiten la noticia y cada año se me estremece el alma.
Tampoco corren buenos tiempos ahora por aquí. El maldito virus nos ha empujado a una era de desconfianza y desasosiego. La incertidumbre campa a sus anchas por el mundo. Pero esta situación no debe amedrentarnos. La mayoría de nuestros padres o nuestros abuelos vivieron tiempos más duros. Y muchos ni siquiera se quejaron.

Y los habitantes de Hiroshima no digamos.

 

 

Si ellos resurgieron de sus cenizas, ¿no vamos nosotros a vencer al coronavirus?

Por supuesto que sí.

Pero hay que reinventarse. Hay que enterrar viejos paradigmas para dar paso a lo nuevo. Debemos resetear nuestras mentes para emprender caminos nuevos. Sin miedo. Con esperanza. Y con decisión.

Ha llegado el momento de mirar atrás sólo para tomar impulso. El futuro está ahí esperándonos. Y debemos escribirlo ahora.

 

 

La transformación digital es un reto que ya no puede esperar. Pero no es el único. Empresas y organizaciones como la tuya y como la mía no pueden permitirse el lujo de cruzarse de brazos. Debemos reinventarnos. E impulsarnos con más fuerza que nunca. Tenemos que arriesgarnos a salir de nuestra zona de confort. Para acometer nuevos proyectos. Aunque tengamos que sonreír a lo desconocido. Y a veces duela.

De los cobardes nunca se ha escrito nada.

Cuando me sobreviene el miedo o la desesperanza, pienso en aquella gente que se encontraba en Hiroshima aquel 6 de agosto de 1945. Los que se fueron y los que sobrevivieron. Si Hiroshima es hoy una ciudad tan próspera y desarrollada, es por el entusiasmo y el sacrificio de varias generaciones. Ellos me indican el camino. Y la actitud.